II Voz interior (la sacerdotisa)

Si has encontrado tu verdad dentro de ti mismo, no hay nada más que encontrar en toda esta existencia. La verdad está funcionando a través de ti. Cuando abres tus ojos, es la verdad quien abre sus ojos. Cuando cierras tus ojos, es la verdad quien los está cerrando.

Esta es una meditación tremenda. Si puedes entender simplemente el truco, no tienes que hacer nada; cualquier cosa que estés haciendo está hecha por la verdad. Caminas, es la verdad; duermes, es la verdad descansando; hablas, es la verdad hablando; estás en silencio, es la verdad que es silencio. 

Esta es una de las técnicas de meditación más simple. Poco a poco cada cosa se pone en su lugar con esta simple fórmula y entonces ya no hay necesidad de la técnica. Cuando estás curado, descartas la meditación, tiras la medicina. Entonces vives como verdad: vivo, radiante, dichoso, contento, como una canción para ti mismo. Toda tu vida se vuelve una plegaria, en un estado de plegaria, una gracia, una belleza que no pertenece a nuestra vida mundana, un rayo de luz viniendo desde el más allá hacia la oscuridad de nuestro mundo.


Comentario:


La voz interior no habla con palabras, sino en el lenguaje sin palabras del corazón. Es como un oráculo que solo dice la verdad. Si tuviera un rostro, sería como el rostro que hay en el centro de esta carta: alerta, observador y capaz de aceptar tanto la oscuridad como la luz, simbolizadas por las dos manos que sostienen el cristal. El cristal por sí mismo representa la claridad que viene de trascender todas las dualidades.


La voz interior puede ser también juguetona, a medida que bucea profundamente en las emociones y vuelve a emerger para elevarse hacia el firmamento, como dos delfines que danzan en el agua de la vida. Está conectada con el cosmos a través de la corona de la luna creciente y con la tierra, tal y como está representada por las hojas verdes en la figura del kimono. 

Hay momentos en nuestras vidas en las que parece que muchas voces nos empujasen a uno y otro lado. Nuestra propia confusión en tales situaciones es un recordatorio para buscar el silencio y el estar centrado. Solo entonces somos capaces de escuchar nuestra verdad.